Deseo y realidad

Estas breves referencias nos indican un hecho evidente que muchas veces nos cuesta aceptar: en la vida no se da todo según nuestros deseos y quereres. Quizás sufrir, en parte, es encontrarnos con esas resistencias físicas, psicológicas y morales.
Dicen que madurar es despertar de esa ilusión de la infancia de la omnipotencia, donde creemos que todo andará según nuestros deseos. En efecto, la vida “nos sorprende” frecuentemente con que las cosas no resultan según lo planeado y eso nos trae dolor y frustración.
En cuanto a los inevitables límites que nos impone la vida no podemos hacer mucho. Sin embargo, en cuanto a nuestra actitud frente a ellos, hay mucho que hacer. Una parte importante del sufrimiento que experimentamos es a causa de la rebelión que sentimos cuando las cosas no resultan como queremos. Esa rebelión se funda en que partimos de la premisa de que las cosas debieran darse de otro modo. No debiéramos enfermarnos, debiéramos tener éxito, las relaciones humanas debieran darse bien. Pero cabe preguntarse, por qué las cosas debieran darse de esa manera. El que quisiéramos que así se den no debiera hacernos esperar que así necesariamente será.
Entonces, una de las principales lecciones en la vida es aprender a aceptar que nuestros deseos son un componente de lo real, que necesariamente tiene que complementarse con otro ingrediente necesario: lo que la vida nos puede dar, que muchas veces es mucho más de lo que creemos o agradecemos, simplemente porque estamos obsesionados con nuestras propias aspiraciones.