Hay cosas que no tienen precio

Hay cosas que no tienen precio, como la justicia, la honestidad, la fidelidad, la lealtad, la dignidad. El venderlas o comprarlas es corromperse. Pero qué cuesta comprender esto en una sociedad donde estamos acostumbrados a asignarles a todo un precio y nos olvidamos que hay cosas que son valiosas en sí mismas.
La conocida película “Una Propuesta Indecente”, muestra bien este fenómeno, donde una pareja está dispuesta a perder lo más sagrado por dinero. Desgraciadamente, si preguntáramos entre nosotros, probablemente muchas de nuestras convicciones cederían ante una jugosa suma.
Conocida es la frase “hay cosas que el dinero no compra”. Parece que hoy creemos que el dinero lo compra todo, sólo depende de la cantidad. Mientras sigamos convencidos de eso, efectivamente lo más sagrado, como la honestidad y la fe pública, se venderán al mejor postor.
Hay cosas que no tienen precio, insisto. Para luchar contra la corrupción tenemos que recordarlo muchas veces y reencantarnos con aquellas cosas que no se compran en la bolsa de valores ni en oscuras esquinas, sino que se aprenden a valorar día a día y se consiguen con esfuerzo y esmero o como un don de lo alto.
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